Corren malos tiempos [también] para las Cámaras. Entre las medidas de ahorro fiscal, el Gobierno ha decidido abolir la obligatoriedad del pago del recurso cameral. Los hay que defienden esta medida por estar en consecuencia con la lógica del mercado: sólo debes pagar por los servicios que consumas. Los hay quienes alegan que esta reducción no supone un ahorro significativo para lo que se revierte al tejido empresarial (actual y potencial). Quizá nunca se supo transmitir del todo qué servicios se ofrecían y para quién, pienso. Quizá de otro lado muchos empresarios se dedicaban a pagar sin preocuparse para qué estaban pagando. Lo que parece evidente es que una institución con más de ciento veinte años de trayectoria se queda temblando, en jaque, a cambio del ahorro de un impuesto que beneficia sustancialmente a las empresas grandes: la cuota estaba calculada en función del rendimiento económico. Era una recaudación con un efecto redistributivo en un mercado desigual, a la vista de miles de acciones de promoción, asesoramiento, estudios y formación empresarial -o 'pro-empresarial'- cada año.
El nuevo escenario (aún tan desdibujado) nos plantea nuevos retos a todos los que estamos en el plano laboral, empezando por la propia supervivencia. En un alegato personal, quiero pensar que si sondeáramos hoy a nuestro sector-cliente (público y privado), muchos nos tienen como cómplices y colegas de fatigas, como unos defensores más del tejido asociativo y empresarial que tanto trabajo y alegrías da día a día a nuestra demarcación. Pero eso es sólo una historia particular de alguien que no teme a lo que está por venir, porque quiero pensar que el futuro -o una parte de él, por ínfima que sea- siempre está en manos de cada uno.
Nuestra posición, competencias y recursos deben ser más que nunca valorados. Nuestra apuesta institucional ya ha sido hecha. Y más antes que después hemos de dejar de criticar la medida del Gobierno, poco menos que negligente en su contenido y forma, y pensar que las Cámaras están ya en plena época de transición . Es tiempo para la austeridad, para la restructura, para la autocrítica y la gestión de ese Cambio, ahora con mayúscula. Particularmente miro atrás en mi fugaz trayectoria, una parte minúscula de más de un siglo de historia, y espero haber estado trabajando y aportando, piano piano, por echar un cable a nuestra región, a nuestro país, a esa promoción y formación empresarial. Mi deseo profesional para 2011 es que las Cámaras puedan seguir en mejor línea gracias a la nueva situación y convirtiendo, como reza el titular, el problema en una oportunidad. Pero un deseo es sólo eso y hace falta manos en harina: deben y debemos reinventar y dar nuevo uso real a cientos de ideas que flotan en esta realidad ansiosa de cambio. En lo que cada uno puede hacer no hay lotería posible, hay apuestas seguras.