Aunque yo no veo la mano negra que ven ciertos medios de comunicación, es verdad que al menos la concentración de Alicante de esta noche (#acampadaalicante, de #democraciarealya) ha tenido un tinte carmesí palpable. Francamente, no creo que toda la coalición de izquierdas a través de sus militantes tuviera la culpa de que ayer hubiera más gente que anteayer y menos que mañana, como insinuan algunos. El caso es que si yo fuera de izquierdas, como muchos de los que hablaron en la asamblea (se autoproclamaron así), me preguntaría dónde ha estado mi corriente ideológica, mi defensa de clases y mis organizaciones sindicales en los últimos tiempos. Cuando se empezó a hablar de "yo soy comunista", "estuve en la cárcel" o "la herencia de Don Francisco", empecé a aburrirme y me di cuenta de que, o algunos presentes no han entendido nada o soy yo el que se encuentra perdido. Por su grado de veteranía y respeto, me inclino más por la segunda opción. Soy yo el que no encuentra su sitio.
Para mí, la crisis ideológica y de valores que hoy vivimos tiene mucho que ver con lo que nos está ocurriendo. La clase política es sólo un reflejo en el que vemos cómo funcionan las cosas en este país, qué sigue la gente y por tanto, qué nos merecemos. A mí me aporta lo mismo una sesión del Congreso que el debate en el programa de Ana Rosa: nada. La gente prefiere sin embargo la seguda opción mientras que se condenan a que les gobiernen aquellos que aborrecen.
Lo siento, yo no tengo claro si soy de unos o de otros, ni quiero tenerlo claro. Si ser de derechas es luchar por el impulso de las pymes y autónomos, soy de ultraderecha. Si ser de izquierdas en velar por el acceso a la vivienda y unas garantías sociales mínimas, soy de extrema izquierda. Si ser de derechas es apostar por la iniciativa privada y los emprendedores, soy de derechas. Si ser de izquierdas es adecuar el mercado laboral a las condiciones que los trabajadores cualificados demandan, soy de izquierdas. Y así, podría estar jugando al tenis toda la noche. Lo que realmente preocupa a los partidos mayoritarios y a esa "Junta Electoral" es que hay muchos como yo, deseosos de ver, votar o crear otras opciones que vigilen al vigilante, que den pluralidad y esperanza a una política y sus corrientes mediáticas absolutamente aborrecidas por el pueblo. "Indecisos", nos llaman las encuestas. Ahora nos bautizan como "Indignados" los medios. Y yo sigo sin entender cómo las descalificaciones de unos hacia otros copaban constantemente las portadas de los periódicos. Y digo bien, copaban. Hoy todas las primeras abrirán con los movimientos populares. Eso me da la sensación que no estamos en un país de autómatas, hay esperanza.
Pero no nos equivoquemos y caigamos en el error que ahora, cuando la crisis económica y de valores está en su punto álgido, esto tiene que ver con cuestiones ideológicas. Ideología, sí, esa palabra absolutamente olvidada, denostada y relegada al servicio del poder, por los unos y los otros. No es momento de extremar posturas. No caigan los de izquierdas en el error de hacer suyo éste movimiento, de una forma reaccionaria y partidista. No caigan los de derechas en subestimar la revolución social que nace en las redes y que apoyan ciudadanos, no militantes. La gente quiere diálogo social. La juventud, incluida la juventud de 55 años que se siente excluida del mercado laboral, no desea más mirar atrás con nostalgia y continuar enfrentando posturas. Que me perdonen los jacobinos, pero el bastillismo tiene mucha parte de culpa en este oligopolio simplista de dos colores en el que nos encontramos y que se ha visto, tan sólo por los casos que asolan las portadas y la forma de hacer política en este país, que no funciona. Que me predonen los ultraconservadores, pero este desmarque a una oleada imparable les tendría que hacer recapacitar qué quieren y no quieren conservar. Votar a unos u a otros son decisiones que afectan a cada uno. Creo que en el fondo, lo que muchos queremos esta vez es tratar de dar legitimidad a nuestra democracia, tener la sensación de nuevo de que el demos (pueblo), tiene el cratos (poder). Y ellos, los de arriba, no son impunes. Están ahí para tomar decisiones en función de nuestros intereses, nosotros los ponemos en esas posiciones.
Por lo demás, no soy ni de Mou, ni Guardiola. A mí me gusta el fútbol, así que jueguen limpio. Lo llaman democracia y no lo es.