miércoles, 15 de abril de 2009

Ser y estar

Entre la técnica y la estrategia ocurre lo mismo que con la diferencia en castellano -tan complicada para muchos foráneos- de los verbos estar (coyuntura-técnica) y ser (estructura-estrategia). Si aplicamos la semántica al campo de la innovación, se me ocurre que tiene que ver ésta más con la estrategia que con la técnica y que define un modo de ser (empresarial, organizacional, institucional) más que un modo de estar (una postura, una apariencia).

Pienso entonces que no tiene mucho sentido aspirar a "estar innovador" -y son sólo sensaciones-, sino más bien intentar "serlo". Estar innovador, si tiene sentido la expresión, es estar por motivos coyunturales, incluso por mero modismo, por rebañar una subvención o colocarse cierta etiqueta. Ser innovador, sin embargo, es pensar horizontalmente con criterios creativos, rompedores, ávidos de nuevas formas, de nuevas tendencias.

De otro lado, como ocurriera con otros conceptos que tomamos como directrices, son mandamientos que nacen en el universo y que adoptan los gobiernos y las empresas desde la teoría con cierto retraso. Pensemos por ejemplo en conceptos presuntamente llamados a la revolución empresarial, como la calidad o el I+D. Estas directrices, digo, vienen por ciclos, por coyunturas. Y sin embargo llaman a la estrategia, a la inversión prolongada, a la mejora al largo plazo.
Aunque es verdad que el innovador no nace, se hace, el cambio que se pide a la empresa y el mercado es estructural, nada menos, y a partir de aquí, como con las parejas: escepticismo o esperanza respecto a que efectivamente el que queremos que cambie, cambie de verdad. Con los riesgos que conlleva, por aquello de que el cambio, por las decisiones de inversión, diversificación, etc. nos deje a mitad de camino. ¿Seremos o sólo estaremos siendo innovadores? ¿Lo parecemos o lo padecemos? Como siempre, el tiempo dará y quitará razones.
 
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