jueves, 9 de diciembre de 2010

Los de afuera y los de adentro

El turismo es uno de los sectores económicos de nuestro país más descentralizados en cuanto a su gestión pública se refiere, ya que gran parte de las competencias en materia de turismo están delegadas en las distintas comunidades autónomas e intervienen múltiples agentes en el sector. Quiere decirse, pues, que el interés territorial y político (por defecto, partidista y parcial) interviene muy de fondo en todas las decisiones que se toman a nivel turístico y de forma especialmente compleja: en sus 17 + 1 + n variables (diecisiete autonomías más el Estado central más cada una de las acciones emprendidas por asociaciones, ayuntamientos y otros actores) con una repercusión en X medios de comunicación (locales y nacionales; propios e "independientes"; afines o no al discurso y las personalidades de fondo a las que nos referimos, etc.). Con este panorama tan enrevesado, las estrategias turísticas deben compartir protagonismo con las otras, las domésticas, y en toda esa amalgama a veces cuesta diseñar estrategias para:

- Los de afuera: visitantes, turistas, clientes.
- Los de adentro: autóctonos, residentes, votantes.

Los primeros son los clientes del turismo. Los segundos, los clientes del sector público. Lo que se hace para los de afuera se debe informar y promover a su vez para los de adentro (es lo que en democracia llamamos "legitimar las decisiones". Turistas y votantes son los dos target-groups a los que la asministración turística debe interpelar, para contribuir a la riqueza de la zona con las visitas de los de afuera y para saberse últil y sensible para los suyos, los de adentro.
Las decisiones, así, son ciertamente complicadas porque se sujetan a múltiples intereses y a diferentes retóricas (algunas de ellas antagónicas, incluso). La maniobrabilidad en cuestiones trascendentes para el sector y las consecuencias de ciertas crisis internas (como las del transporte o la que se vive en los últimos meses con los controladores aéreos) afecta poderosamente al turismo, que no vive ajeno a la realidad de todos los servicios pero que tiene unos intereses basados en la atracción del de fuera y no en la satisfacción del local. Esa dialéctica es apasionante y tremendamente enmarañada su gestión. Más que nunca desde los años 60, son tiempos de apostar por los de afuera... con el permiso de los de adentro.


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