domingo, 11 de enero de 2009

Statu quo

Empezamos el año como terminamos, con la crisis y los 3,1 millones de parados. Las peores -y más comunes- perspectivas nos dicen que podríamos alcanzar el cuarto millón en los próximos meses. Empezamos el año igual, pero eso sí, con rebajas de hasta el 80%. Y es verdad que animar el consumismo palia los efectos, y que es esta una crisis de confianza -¿a caso alguna no?- pero lo bueno que tiene esta situación de caos, este jaque a la estructura, es que nos invita a hacer una profunda reflexión de lo que hemos sido, de lo que somos y sobre todo de lo que queremos ser.
Y aunque visto desde la atalaya de quien no engorda las listas del paro tal vez suene superficial y acomodado, es preciso invitar a este ejercicio a quien quiera tomarlo. Lo bueno del temblor del statu quo, digo, es que nos puede hacer ver que aunque en general lo ansiemos, lo veneremos, lo idolatremos, quizá cayó porque no era la mejor de las opciones.
Termino con unas palabras de Vicente Verdú, uno de esos señores que hay que leer si quieres acercarte a las musas. Tan difícil y tan sencillo de explicar:
La crisis no procede de una falta de bienes, como las malas cosechas, como las prolongadas sequías o carestías por el estilo, sino por el superestallido de lo muy gordo, por el pinchazo de lo muy henchido, por el desinflamiento del gran festín y quién sabe si por razón precisamente de haber originado una acumulación de riqueza en un vector social que ha provocado por su peso el desequilibrio del edificio, una basculación de su apilamiento excesivo que ha conducido a vencer los pilares del sistema.

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